La crisis de Oaxaca está poniendo en evidencia el desastre institucional del país, y cómo el fraude electoral de 2006 está llevando a la coalición de intereses que lo impuso, y que pretende seguir gobernando por seis años más, a un callejón sin salida.
1. La crisis de Oaxaca, que se ha ido agravando por la incapacidad del gobierno de Vicente Fox de responder a las demandas de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO), y en particular a la principal de ellas, que es la salida del priísta Ulises Ruiz de la gubernatura oaxaqueña, es una consecuencia directa del fraude en las elecciones presidenciales, pues no hay consenso entre quienes lo instrumentaron de cómo enfrentarla. La crisis prefigura, en consecuencia, la inviabilidad de un posible gobierno ilegítimo de Felipe Calderón, que tendría que responder a los intereses espurios que lo pretenden llevar a Los Pinos para que funja como una marioneta suya, y que son los responsables de la miseria existente en ese estado y en el país y, por lo mismo, de la imposibilidad de responder democráticamente ante los conflictos.
2. El caso de Oaxaca no tiene para el gobierno foxista una salida inmediata, ni democrática ni autoritaria, que fuese aceptable para la coalición de fuerzas integradas a la alianza PRI-PAN, en particular en vistas a su colaboración en la 60 Legislatura para hacer pasar el paquete de contrarreformas estructurales. La salida democrática, que implicaría, entre otras cosas, la remoción de Ulises Ruiz, no puede darse, pues supondría un interino priísta, que tendría que ser aprobado por la APPO, el quiebre del PRIAN y unas elecciones para gobernador en las que con certeza el régimen perdería la gubernatura. Y la supuesta salida autoritaria, que consideraría la represión y sólo agravaría las cosas, dejaría aún más en entredicho a Calderón, por mucho que éste busque deslindarse de lo que acontece.
3. La pregunta que se hacen muchos ante lo que está aconteciendo, sobre quién gobierna y está tomando las decisiones, es la misma que se podría hacer de imponerse el 1º de diciembre a Calderón. El fraude electoral de 2006, orquestado desde Los Pinos, contó con la activa colaboración de panistas, priístas, elbistas, yunquistas y múltiples grupos empresariales a los que Fox y Calderón están respondiendo, sin darse cuenta de que están llevando a su régimen a un callejón sin salida al intentar seguir anteponiendo a esa coalición de intereses por sobre los derechos de los mexicanos
4. El fraude electoral de 2006 no se hizo para que Felipe Calderón, un individuo incompetente, y ahora se sabe que deshonesto, gobernase a México, porque de llegar a Los Pinos no iría a gobernar, sino simplemente a figurar como "primer mandatario" dejando que las decisiones se sigan tomando en otra parte: ailleurs, como dicen los franceses. El fraude fue para impedir que Andrés Manuel López Obrador llegase a Palacio Nacional y la coalición de intereses espurios que ha dominado al país en los últimos años pudiera seguir prevaleciendo sobre los derechos del pueblo de México.
5. Calderón es, por lo tanto, doblemente espurio. Lo es porque no ganó la Presidencia, sino que está tratando de ser impuesto en ella por medios fraudulentos e impositivos en contra de la voluntad mayoritaria de los mexicanos. Y lo es, además, porque lo están tratando de colocar en la silla presidencial grupos de poder que representan privilegios espurios y que lo hacen para poder seguir usufructuando un sistema ilegítimo de dominación y prevaricación, como se ve en Oaxaca.
6. Las contradicciones entre estos grupos no se pueden resolver en Los Pinos, ni puede hacerlo tampoco quien manipula los hilos tras bambalinas. En 1929, tras la crisis política que generó el asesinato de Obregón, Calles implantó lo que uno de sus amigos llamó el gobierno "de trasmano", que le permitió durante siete años prevalecer en la vida de México, y siguiendo este modelo, en 1988, luego de la crisis derivada del fraude que le permitió sentarse en la silla, Carlos Salinas de Gortari pactó con el PAN un marco de alternancia política sustentado en la alianza PRI-PAN, que le permitió crear las condiciones para ejercer un nuevo poder "de trasmano", del cual ahora se ven sus límites.
7. Calderón es en este escenario un pelele, una marioneta, que de llegar al cargo podría hablar en nombre del Estado, pero que no ejercería siquiera sus funciones constitucionales plenas ni tomaría las decisiones fundamentales; que podría abusar del poder, repartiendo algunos cargos (que no todos), haciendo negocios y enriqueciéndose sin límites, tanto él y su parentela, como lo está haciendo Fox, pero que en las decisiones claves en materia económica y política estaría atado de manos, mucho más que Fox, precisamente porque para llegar al cargo por la vía fraudulenta debe su posición a quienes le hicieron los operativos: desde Salinas, la Gordillo, el PAN y El Yunque hasta los capitalistas extranjero y nacionales que invirtieron en él, pasando por Tv Azteca y Televisa, por lo que si tuviese un ápice de dignidad renunciaría a ejercer el cargo en esas condiciones.
8. La campaña en los medios para imponer a ese producto espurio como "legítimo" tiene dos vertientes que no hacen más que evidenciar la inviabilidad de un posible gobierno calderoniano. El hacer pasar a Calderón como algo diferente a lo que es, lo que supone para radio y televisión empezar a deturpar a Fox, y el hacer creer que quienes denunciaron el fraude están empezando a aceptarlo, lo que lleva a las equivocaciones y al ridículo. La obsesión de los gobernantes espurios por "legitimarse", como suponen pueden hacerlo con decisiones espectaculares, giras turísticas internacionales (como la que ahora hace Felipillo) o el aval de grupos nacionales, no cambia el fondo de las cosas.
9. En uno de los cartones que hizo para la Real Fábrica de Tapices de Madrid, que se halla en el Museo del Prado, Francisco de Goya pintó hacia finales del siglo XVIII una escena costumbrista llena de humor de las fiestas populares de la época, que representa a un muñeco pandeado por los aires por quienes festejan: "el pelele". Sólo que éste no pretendía ser un jefe de Estado.
10. Un eventual gobierno de Felipe Calderón, como se está viendo en el caso de Oaxaca, prefigura lo que vendría si se insiste en su imposición: no tiene la autoridad moral ni política para poder gobernar.
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