Es notable que quienes instrumentaron el golpe de Estado electoral en contra de los derechos democráticos del pueblo mexicano y preparan la represión de los oaxaqueños, realicen ahora reiterados llamados a la unidad nacional, respeto a las instituciones, paz y conciliación de todos los ciudadanos. ¡México es primero!, insisten sus voceros e intelectuales. Esta estrategia de propaganda mediática resulta no sólo cínica y demagógica, sino constituye un insulto a la inteligencia de cualquier persona con un mínimo de conciencia política sobre la realidad del país.
¿A qué unidad nacional se refieren? ¿A la fraternidad entre esa ínfima minoría que no pasa de uno por ciento de la población -y que detenta 60 por ciento de la riqueza nacional-, con el resto mayoritario de explotados, excluidos, discriminados, segregados, desterrados, proletarizados, endeudados, desempleados, reprimidos, encarcelados, violentados sus derechos humanos elementales, secuestrados sus derechos políticos, condenados a la imposición de una presidencia espuria?
¿En que nación están pensando? ¿En la impuesta en el siglo XIX por los grupos oligárquicos hispanistas a partir de los modelos europeos? ¿La nación de propietarios varones, hablantes del castellano, católicos y preferentemente de fenotipo caucásico (por aquello de "mejorar la raza")? ¿La nación de quienes pensaban que los indios debían ser exterminados (y pagaban por las orejas de los masacrados)? ¿O la que consideraba que era mejor asimilarlos como sirvientes, peones, campesinos, braceros, obreros de la construcción, vendedores ambulantes, jardineros, objetos folclóricos, votos cautivos, carne de cañón de asonadas, guerras y revoluciones? ¿O la variedad de nación cívica estadunidense -que incluso origina el nombre oficial del país como Estados Unidos Mexicanos- en la que mientras se linchaba a negros y mexicanos, se exaltaba la ilusión de la igualdad ante la ley? ¿O tal vez se especula en la nación de los que tienen sus modos de vida, fortunas, residencias, gustos y lealtades en Estados Unidos, o la Unión Europea? (Por favor, ¡también hay distinciones entre los oligarcas!)
¿Quiénes han deteriorado las instituciones de la República? ¿La clase política, el Estado, la sociedad civil? ¿Las víctimas o los victimarios? ¡Quienes violan sistemáticamente la Constitución, sus leyes y reglamentos son los mismos que repiten que nadie puede estar por encima de la ley y que el estado de derecho debe ser respetado! Ellos han demolido las sacrosantas instituciones con sus corruptelas, escándalos, impunidades, protección a criminales, pederastas, genocidas, manejo faccioso y dilapidación de dineros públicos, leyes contrarias a los intereses nacionales y populares, tratados que entregan la soberanía nacional, los recursos estratégicos y la mano de obra barata a las corporaciones estadunidenses.
Llaman a la concordia de todos los mexicanos quienes mantienen a centenares de luchadores sociales como presos políticos; ejercen la violencia a través de la criminalización de la resistencia, hacen uso constante de las fuerzas policiacas, militares y paramilitares contra los movimientos sociales. Los mismos que apoyan incondicionalmente a un tirano como Ulises Ruiz, enemigo de la libertad de prensa, organizador de sicarios pagados para asesinar maestros y ciudadanos indefensos. ¿Unidad nacional en el clasismo, el sexismo, el racismo, la violencia del crimen organizado, la traición a la patria y la democracia?
La única unidad nacional posible es la que se abre para el proyecto democrático popular de nación. Una concepción nueva que logre disolver el vínculo entre nación y burguesía a partir de una lucha contra-hegemónica en la que se afiance el predominio de los intereses mayoritarios del pueblo-nación y se redefina el rumbo de la existencia interna y externa de nuestra patria-matria. Si la nación es ese espacio de luchas y proyectos nacionales dispares y contradictorios de las distintas clases, grupos sociales, componentes étnico-culturales que se articulan bajo un sistema de hegemonía establecido originalmente por la burguesía, el pueblo -ese conjunto de clases, etnias y grupos sociales desposeídos y explotados que han aportado sus luchas y resistencias en los procesos nacionalitarios- debe asumir la conducción política, económica, social, ideológica y cultural para superar las contradicciones intrínsecas que caracterizan a los actuales agregados nacionales capitalistas. Es necesaria la refundación de la nación ante la imposibilidad actual de su desarrollo e incluso sobrevivencia como ente independiente y soberano, y como espacio de las luchas anticapitalistas y por la construcción de un socialismo democrático.
En esta reconstrucción nacional, la cultura -esa forma de ser y existir de un pueblo, en sus distintas diferenciaciones étnicas- se trasforma en un efectivo instrumento de transformación social, y esto ocurre no sólo en las expresiones artísticas, sino también en la diaria forma de vivir frente a la opresión; en no participar como cómplices del sistema autoritario. La familia, las relaciones sociales y laborales constituyen los espacios de un singular enfrentamiento entre la cultura de la dominación y la de la resistencia, con sus códigos, símbolos y señales propios. Si la nación se redefine como un sistema de hegemonía, es trascendente librar la batalla en la esfera ideológica-cultural, rechazar la unidad nacional de los opresores -que no es más que el velo que cubre la explotación y la violencia de clase-, y forjar la unidad en torno a la nación-pueblo.
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